domingo, 16 de enero de 2011

La Princesa y el Pescador. Minh Tran Huy.



Así comienza:

“Cuando yo era pequeña, el mundo era maravillosamente tranquilizador, me imaginaba como Cenicienta o Piel de Asno, y daba por sentado el triunfo de los buenos sobre los malos, el renacer de las huérfanas como princesas y la metamorfosis de los patitos feos en graciosos cisnes. Uno podía ser pobre y sufrir malos tratos por parte de una madrastra, pero algo de ingenio, virtud y algunas hadas salvaban siempre la situación. Bastaba con desconfiar de los lobos, dar las gracias a enanos y cazadores, mirar más allá de las bestiales apariencias para descubrir un príncipe disfrazado, y el truco había funcionado. Más tarde, resultó que “érase una vez” y “vivieron felices y comieron perdices” eran solo fórmulas que se pronunciaban para poner, por un breve instante, el mundo entre paréntesis. Sin embargo, seguí confiando en el orden que regía las ficciones. En esa materia, incluso cuando el asunto se complicaba, era posible describir una trama, una apariencia de sistema que daba sentido a una sucesión de palabras o de imágenes: efectos de eco y de simetría, metáforas, símbolos, correspondencias… Pensaba que mi vida obedecía también a una lógica misteriosa, invisible aún, pero que algún día se me descubriría. Y estaba segura de que alimentarme de historias me ponía en el buen camino, de que desarrollaba mi capacidad para comprender el funcionamiento de las cosas, para captar su oculta armonía”





“Mono no aware”. Todo el libro se puede resumir en esta frase, japonesa, que significaría algo así como “La tristeza por las cosas”, es decir, que aquello que presenciamos, la belleza, la vida, todo, tiende a desaparecer, a morir. No somos inmortales. Lo cual produce una cierta nostalgia, casi anticipada, por aquello que indudablemente, tarde o temprano, dejará de ser, de existir. Y que definitivamente lo hace aún más bello, más deseable.

Esto me hace acordar a un texto de Freud, que leí por allá, hace algún tiempo, sobre la transitoriedad de las cosas. Todo aquello que amamos, dejará de existir, le había dicho un poeta a Freud, que por este motivo, admiraba la hermosura de la naturaleza, pero sin regocijarse con ella. Freud responde: lo transitorio, lo que dura poco, en realidad, lejos de restarle valor, lo intensifica.

Es como si aquello que no nos perteneciera del todo, y el dolor que nos produce, hace que nuestro anhelo se intensifique, que nos aferremos más a ellos. Mono no aware. Minh, impecable escritora de “La Princesa y el Pescador” utiliza esta frase. Durante todo el libro vemos como se cola entre líneas, que dice más de lo que uno puede comprender al inicio, que una ves terminado el libro, comprendes, y te apoderas de la frase, como si fuera tuya… Mono no aware. Todo lo que tiene un principio, de alguna forma, tiene que terminar...

Lan, princesa de cuentos y novelas, por medio de los cuales encuentra un refugio a la realidad, se enamora de Nam, misterioso joven vidnamita, refugiado en Francia. Una historia de amor, diferente, sencilla, conmovedora, y tan imposible que lastima.


“Nam me gustó de inmediato; tenía los ojos vivaces, la rapidez de un felino, una agilidad tanto en la actitud como en la voz ante la que era imposible permanecer indiferente. Su timbre de voz era dulce, grave, casi un soplo, con un ligero acento vietnamita que daba a su pronunciación del francés una torpeza que me conmovía, pues me recordaba a mi padre. Yo sentía mucha ternura hacia mi padre pero no sabía cómo expresársela, lo que era algo reciproco: ni el uno ni el otro estábamos muy dotados para las demostraciones de afecto.”


Por otro lado tenemos dos países, un pasado arrebatado que se entremezcla con un futuro que se funde, (o al menos lo intenta), con dos tradiciones, dos culturas tan diferentes como también los son Nam y Lan. Francia y Vietnam, Vietnam y Francia.


“… Pero el problema dependía menos de lo que nos separaba que de aquel hilo de extraña familiaridad, de una mezcla de intimidad e impostura, de intensa empatía y turbación igualmente intensa, que hacía que Nam y yo nos hubiéramos reconocido inmediatamente. Atrapados en un cara a cara, compartíamos algo imposible de destruir y difícil de definir, una especie de bola negra, dura y compacta que se nos había atravesado en la garganta; la memoria, real para él, huera para mi, de una tierra cuya sombra se extendía a veces sobre nosotros.”


Esta novela en un relato exclusivo y poético sobre el amor, la adolescencia, el dolor, sobre los padres, los abuelos; contado de manera extraordinaria, entre cuentos y metáforas propias de una cultura inacabada y magnifica. Casi podía meterme en las distintas ciudades, aldeas, templos, imperios. Podía salir de mi cuerpo y penetrar en la piel de aquellos vietnamitas aplastados por una política terrible, que acabó con gran parte de las personas, que se animaban a contradecir el partido comunista que imperaba en ese momento. Y de los otros, que en cambio, lograron escapar, no por ello sin llevar el peso de lo siniestro, de una identidad prematuramente arrancada, de una historia abandonada a muchos kilometros de distancia.


“Observo a mis padres y me doy cuenta de que no son vietnamitas ni franceses. Crecieron aquí pero, ahora que han vuelto, ya nada es igual. Hablan de doble cultura, de raíces trasplantadas a otro suelo, de herencia que debe conservarse aunque integrándose, pero se olvida que, en realidad, los seres nacidos aquí y que viven allí no son de ninguna parte. Su identidad oscila entre dos polos que unas veces cohabitan y otras se enfrentan, placas tectónicas que chocan y crean seísmos, montañas y barrancos, una recomposición del decorado que unos instantes antes se habría considerado imposible; entonces se avanza por aquella nueva tierra sin saber adónde se va, esperando siempre que, al final, se encontrará un camino que nos revelará nuestro lugar en el mundo…"




Una novela diría yo, de las que no te dejan indiferente, una protagonista excepcional, con la cual naturalmente podemos identificarnos, y Nam… Si lees la novela, lo vas a amar y odiar. Es dulce, sencillo y capaz de hacer querer, pero también cerrado, guardando posesivamente sus pensamientos y sus sentimientos para si, es egoísta.

Una novela que recomiendo absolutamente.

Además quiero contarles, primero, que la novela comienza con una cita de Murakami, quien está presente a lo largo del libro, autor favorito de Lan y por supuesto de Minh. Segundo, y que me pareció muy original, es que antes de comenzar un capitulo, un pequeño párrafo aparece y se prolonga en los diferentes capítulos (un capitulo, un pedasito del cuento), que cuenta la historia de dos huérfanos que se amaban profundamente, el cuento se va completando a medida que vas pasando los capítulos, hasta el final.


Si queres saber más sobre Mono no aware podes visitar esta pág: http://hanamiproducciones.blogspot.com/2008/08/hanami-probablemente-es-la-fiesta.html

2 comentarios:

Nortia dijo...

¡¡Hola!!
Sinceramente, no sé si me interesa mucho la ovela... Debería investigar más sobre ella. ¿Para verano, tal vez?
Bueno, igual genial reseña.
Besos.

Cele dijo...

Hola Nortia, gracias por comentar!!!!
La princesa y el pescador es una lectura diferente, no es juvenil, y a algunos puede resultarle aburrida. Yo particularmente soy de leer todo tipo de novela, y esta, que contiene una prosa hermosa pero sencilla, y una historia compleja y emotiva de fondo, me ha gustado mucho, pero reconozco que no es una lectura para todo el mundo. A ver si te animás!!!!
Graicas y saludos!!!!!!!