miércoles, 3 de febrero de 2010

Antes de morirme.

¿Qué pasaría si un día te levantaras y descubrieras que todo lo que sos y que todo lo que existe ya no importa? Que cuanto tenés no tiene realmente sentido, si en algún momento de tu vida, (impensado por supuesto, porque no podemos concebir ni la propia muerte ni la ajena); todo se esfuma y solo queda un eco de lo que fuiste, de lo que fuimos.
Y si no hay un mañana seguro, ¿Cómo vivir entonces? ¿Cómo vivir sabiendo que todo tiene un final?
La muerte, esa palabra que difícilmente resuena en nuestro cerebro pero que aún no logramos pensar, ni comprender, ni aceptar. Se nos escapa de la mano y ríe a nuestras espaldas.
La muerte, ese proceso tan natural como la vida… ¿Qué es la muerte entonces?, ¿A qué le tememos?, Nunca lo sabremos, tampoco lo vamos a entender jamás. Solo podemos limitarnos a andar, sentir y pensar (incrédulos) que nunca nos va a pasar… Pero pasa, pasa y se lleva a los que más queremos, o también, como en este libro, terminamos convirtiéndonos en protagonistas de nuestra propia muerte, lo que es aún peor, ya que nos entregamos a la incertidumbre del más allá, y para eso ¿Se está realmente preparado?



ANTES DE MORIRME
JENNY DOWNHAM
ISBN: 9788498382075
Editorial: Salamandra
Clasificación: Ficción y Literatura
Páginas: 320
Publicación: January 2010 | Idioma: Español
Formato: Rústica
PRECIO $ 65.00.- | U$S 17.13.- | € 12.34.-



Reseña del libro:

Un día como cualquier otro te enteras de que te quedan unos pocos meses de vida. Un golpe difícil de asimilar, sin duda, pues ¿cómo afrontas semejante realidad? ¿Qué mecanismos psicológicos se desatan ante la certeza de lo inevitable?
Esta primera novela de la británica Jenny Downham (que gracias al boca a boca se encaramó en el primer puesto de ventas de Inglaterra durante semanas) no se parece a ninguna de las muchas que se han publicado sobre el mismo tema. Descubierta por el editor David Fickling (a cuyo fino olfato debemos hallazgos como la trilogía de Philip Pullman, El curioso incidente del perro a medianoche o El niño con el pijama de rayas), la historia de Tessa ofrece una mirada mucho más amplia que el dudoso espectáculo de compartir un trance doloroso.
Una nueva percepción del tiempo, la redefinición de las relaciones con los padres y amigos, las primeras aventuras amorosas, en suma, un proceso de madurez acelerado que, narrado con inolvidables momentos de ironía y humor, destila una vitalidad sorprendente al tiempo que invita a la reflexión sobre el verdadero valor de las cosas.




Ojalá tuviera novio, un novio que tuviera colgado de una percha en mi armario. Podría sacarlo siempre que quisiera, para que me mirara como lo hacen los chicos en las películas, como si yo fuera guapísima. No hablaría mucho, pero suspiraría al quitarse la chaqueta de cuero y desabrocharse los vaqueros. Llevaría calzoncillos blancos y estaría tan bueno que casi desmayaría. Luego se ocuparía de desnudarme, susurrándome: «Tessa, te quiero. Te quiero de verdad. Eres muy hermosa», exactamente esas palabras.
Me incorporo y enciendo la luz de la mesilla. Hay un bolígrafo, pero no tengo papel, así que escribo en la pared, encima de la cama: «quiero sentir el peso de un chico sobre mi».

Así empieza, Tessa de 16 años, con un diagnóstico de Leucemia, después de cuatro años de luchar, se entera que ya nada se puede hacer más que esperar la muerte.
Y entonces tenemos la vida y los pensamientos de una adolescente, que ya se siente muerta, pero que quiere sentirse viva, quiere sentir su cuerpo vivo, presente. Saber que está ahí y que puede ser como los demás, quiere experimentar, y lo quiere hacer en su propio cuerpo. El problema es que Tessa esta enojada. Enojada con lo que le tocó vivir, enojada por sobre todo, porque se siente sola.
Y así comienza una lista, que se irá engrosando a medida que transcurran los meses. El primer objetivo de la lista: Tener sexo. Tessa se embarca en situaciones que nada tienen que ver con vivir, pero que le dan la adrenalina que ella necesita para saber que todavía sigue en el mundo de los vivos.
Hasta que más o menos por la mitad del libro, Tessa descubre lo que en realidad busca (en todos): el amor. Y entonces ella, simplemente se da cuenta de que desea, con todas sus ganas vivir.




-¿Tessa?, repite.
Cuando lo miro, siento una leve ansiedad. Sus ojos verdes están llenos de sombras. Su boca es bonita. Se inclina hacía a mi y lo sé. Lo sé.
No ha ocurrido aún, pero va a ocurrir.
El número ocho es el amor.

- ¿ Qué quieres de mí, Tess?
- Las noches
- ¿Qué quieres de verdad?
- Quiero que estés conmigo en la oscuridad. Que me abraces. Que sigas amándome. Que me ayudes cuando esté asustada. Que vengas conmigo hasta el final para ver lo que hay allí.

Con un relato inolvidable, uno poco a poco va adentrándose en el mundo interior de Tessa. Uno se fusiona con la mente de Tessa y comienza a ver y sentir como ella. Se te mete en la piel y no te suelta, incluso después de terminar el libro.
Sí, no voy a mentir, sobre todo cuando uno se acerca la final, se siente triste. Pero lo que cosecha este libro en el corazón de sus lectores es poderoso, y va más allá de lo triste que puede llegar a ser.

Tengo tierra en la cabeza. Tengo frío. Los gusanos escarban. Termitas y cochinillas se acercan.
Intento concentrarme en cosas buenas, pero me cuesta horrores. Abro los ojos y veo los rugosos dedos del manzano. El estremecimiento plateado de una telaraña. Mis manos calientes aferrando las piedras.
Pero todo lo que es cálido se quedará frío. Se me caerán las orejas y se me derretirán los ojos. Mi boca se cerrará. Mis labios se volverán de pegamento.
-¿estás bien?- pregunta Adam.
Me concentro en respirar. Inspiro. Espiro. Pero respirar tiene el efecto contrario cuando lo haces de manera conciente. Mis pulmones se secarán como abanicos de papel.
Espiro. Espiro.
Adam me toca el hombro.
-¿Tessa?
Nada que saborear, oler, tocar u oír. Nada que mirar. El vacío total para siempre.



-¡calla ya, Tessa! Deja de decir chorradas.
Me callo, pero sé que mi aliento huele a menta por la pasta de los dientes y que el suyo huele a tabaco. Yo tengo un diagnóstico. Los padres de ella viven juntos. Yo me he levantado esta mañana y las sabanas estaban sudadas. Ahora estoy conduciendo. Es mi imagen en el retrovisor, mi sonrisa, mis huesos, lo que van a quemar o enterrar. Será mi muerte. No la de Zoey. La mía. Y por una vez no hace que me sienta mal.

2 comentarios:

Iraya Martín dijo...

Este libro lleva en mi lista de lecturas pendientes la vida y más. Tengo desesperadamente que buscarle tiempo.

Unknown dijo...

Ami este libro me tiene re intrigada, quiero leerlo ya!